¿Qué opinaría Carl Sagan?

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Hace unos días, en nuestro grupo de Telegram se planteó una pregunta basada en un supuesto imposible, pero que conduce directamente a una reflexión muy interesante. Y es que parece que vivimos una nueva era espacial auspiciada, sobre todo, por grandes corporaciones privadas como Space X, a la que se han sumado países antaño ajenos a todos estos asuntos, como Israel, India, China o Japón.


El incesante lanzamiento de sondas, constelaciones satelitales y la nueva generación de cohetes lanzadores han convertido medios de comunicación y redes sociales en plataformas ante las que se reúnen miles de aficionados en todo el mundo para seguir en directo las operaciones de lanzamiento o regreso, como si de una carrera de fórmula1, moto GP o una final de tenis se tratara. Como ya dijimos en la presentación de nuestra edición Nº 1 la ciencia está de moda, y la ciencia espacial es uno de los grandes atractivos. ”The Space Sciencie Show» (SSS) ha comenzado.
Pero no nos engañemos.

Si en la década de los 60 la carrera espacial EE.UU vs Rusia, motivada por la guerra fría tuvo como acicate precisamente la competencia “ego-tecnológica”, y, una necesidad imperiosa de sobresalir y sobrepasar tecnológicamente al oponente, hoy día existe bajo un interés puramente comercial más que competitivo, aunque una cosa se encadena inevitablemente a la otra. Nunca hubo un interés verdaderamente científico. La órbita baja es una industria más, una mina virgen que explotar, y esto no ha hecho más que empezar. La falta de una regulación internacional, y el casi ilimitado poder de grandes corporaciones como Space X, Amazon o Sansumg hace difícil que, a estas alturas nadie pueda parar esto.

Comstelación satelital de Space X


Pero habíamos comenzando estos renglones hablando de una pregunta, que considero, es la que nos debe hacer entrar en debate y reflexión:
¿Qué opinaría Carl Sagan de toda esta nueva carrera espacial, tecnológica, sin control, que se está desarrollando alrededor de todo el planeta, y que está poniendo en cierto riesgo la seguridad de nuestras distintas órbitas, o incluso de no parar esto, de nuestro satélite, la luna?
Y es que, más que parar, deberíamos hablar de regular, de coordinar y de limitar toda esta industria dentro de un «espacio» de acuerdo y sentido común. Es una cuestión, a mi juicio, de “ecología espacial” pues, podría compararse a modo de ejemplo a la conquista de Groelandia, y el suculento expolio de sus recursos pendiente, algo que bien podría desequilibrar los ecosistemas de todo el planeta. 
Todos sabemos lo suficiente de Carl como para advertir que sus proyectos científicos y divulgativos siempre iban encaminados a buscar esa “ecología” científica, a trabajar en proyectos inocuos sin mayor pretensión que el avance positivo y común, en beneficio de toda la humanidad. Y no sólo de nosotros, sino soñando con su célebre “Contacto” en un anhelo de exploración de otras civilizaciones en son de paz y hermanamiento, donde un hipotético intercambio de conocimiento, a todos los niveles, nos hiciese crecer mutuamente. Nada que ver con todo lo que estamos viendo hoy día a manos de unas pocas mentes más o menos degeneradas con las manos llenas de dinero. Aquí no se juzga o critica el gran avance tecnológico que estamos consiguiendo, sino los fines y las consecuencias que, a tenor de lo que estamos viendo, se van a producir. 
Surgen multitud de cuestiones que, en algún momento habrá que abordar y responder:

¿De quién es la luna?. ¿Debe tener la humanidad algún tipo de protectorado sobre ella, o por el contrario, cualquiera capaz de alcanzarla puede obtener derechos sobre ella?

¿De quienes son las distintas órbitas terrestres?. ¿Debería existir algún tipo de regulación sobre ellas?. ¿Qué ocurrirá cuando comiencen a producirse conflictos de tráfico orbital? ¿Qué ocurrirá cuando comiencen a caer a tierra, de forma descontrolada satélites, piezas o restos de ellos?

¿Debería exigirse a todas estas corporaciones tan poderosas una contraprestación a beneficio de la humanidad, cuando para conseguir sus, –aún en entredicho– legítimos interese comerciales, hagan uso de espacios naturales y comunes?

Satélite de Amazon

Quizá algunas de las soluciones para desarrollar la nueva carrera espacial, o el anteriormente denominado «SSS» (The Space Science Show) podrían pasar por una estricta regulación internacional formada por algún tipo de organismo creado a tal efecto, cuyo consejo esté formado por investigadores y científicos de diversas disciplinas como: sociólogos, ingenieros, cosmólogos, astrofísicos, biólogos, geólogos, filósofos etc… y que, al igual que ocurre con las observaciones en los grandes radiotelescopios, se deba solicitar una autorización mediante un plan de trabajo, detallando qué se quiere lanzar, para qué fin, dónde va a permanecer orbitando, en el caso de satélites, etc…y de ese modo, evitar duplicidades innecesarias, conflicto de órbitas o, en el caso de la luna, evitar una posible “agresión” geológica que pervierta, de alguna manera, lo que debería ser una misión científica. El trabajo colaborativo entre distintas agencias debería ser algo exigible.

Por el contrario, en las últimas décadas, y salvo algunas excepciones, la iniciativa privada es la única que generalmente ha conseguido grandes avances tecnológicos en todo los campos, y pretender acotar, limitar o regular, suele dar como resultado el abandono de importantes proyectos que, a la larga puedan reportar un beneficio público, aunque haya sido desarrollados con un fin comercial.
Por lo tanto, el debate es intenso y delicado. ¿Tú qué opinas?. Por favor, déjanos tus opiniones y comentarios, nos encantará leerlos.

Autor: Álvaro Fernández

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