Luna en cuarto creciente,
sutil trazo de luz
sobre el lienzo del cielo,
paréntesis que cierras
la noche más oscura.
Luna de Galileo:
Luna rugosa, impura,
tus montañas y cráteres
atesoran un tiempo detenido.
Luna llena que a todos iluminas,
Luna de los pintores, de los músicos,
de los agricultores, los amantes,
los náufragos
los niños,
los suicidas.
Luna que solo escuchan
los poetas.
Luna toda la noche, irrepetible…
y después
dos, una, cero lunas
poniéndose en el mar.
Luna de plata.
Luna que a veces juegas con la sombra
de un planeta cansado
de nosotros:
Luna escondida, al fin
Luna de sangre.
Luna de los astrónomos sedientos
de recorrer tu piel.
Luna que fuiste Gea y fuiste Tea,
nacida de un impacto,
de las rocas del manto,
de anillos enlazándose
en el camino a ti,
Chandra, Selene, Chang’e, Mama Quilla…
Desde entonces, un vals interminable
alrededor del Sol.
Desde entonces su brillo en tu mirada…
y ese lado que callas, los misterios
de aquel cielo sin Tierra.
Luna que fuiste siempre luminoso
objeto del deseo.
A ti llegó Luciano de Samósata,
Dante Alighieri, Kepler,
el Barón de Münchhausen,
Allan Poe, Julio Verne,
Georges Méliès, tantos otros…
Y después las mujeres y los hombres
que supieron soñar junto a sus máquinas:
Luna, Pioneer, Mechta
Ranger, Kosmos, Zond,
Surveyor, Lunar Orbiter,
Explorer… y Apolo.
Tras la larga carrera,
en un veinte de julio
de hace cincuenta años
un águila se posa:
polvo,
escalera,
pasos,
astronautas.
Delante de sus ojos
una desolación gris y magnífica.
Luego banderas, rocas,
cuarentenas, discursos y desfiles.
Después volvió el silencio
a ti: sobre tu suelo
doce pares de botas olvidadas.
Luna en cuarto menguante:
cuando el terminador
dibuja tus perfiles
te sumerge en la tímida penumbra
de la luz cenicienta
que este punto azul pálido refleja.
Te despides despacio,
hasta llegar a ser
una interrogación
abierta al firmamento.
Luna nueva:
hoy nos regalas todas las estrellas.
Pero a veces también, en tu camino,
consigues eclipsar
al Sol que nos domina.
Y conviertes el día en la sorpresa,
en frío inesperado,
en súbito silencio de los pájaros.
Luna, Luna, que todos hoy te buscan:
presidentes, mineros o turistas.
Y te hablan de helio-3,
del hielo de tus polos,
de naves orbitándote,
de módulos, de huertos, de ciudades,
del camino hacia Marte…
Has de estar preparada, bien lo sabes,
porque vuelves a verte
en el punto de mira de un primate
voraz, que te persigue.
Luna a la que llegaron
los tardígrados
y quizá ya te habitan,
esperándonos.
Pronto habrá desembarcos en tus mares,
Luna,
Luna.
Carlos Briones
Bioquímico del CSIC,
divulgador y poeta